Quisiera
escribir las cosas justo en el momento que se me ocurren, porque después se me
olvidan y entonces se pierden en la bastedad del tiempo y los silencios de la
memoria. Ya estoy harta de mi condición y “parece” que todo lo que actualmente me
ocurre es por factores externos, así que yo soy un simple peón más de la vida
que me mueve a su conveniencia…
Hice “tantos
años” de estudio, leí “tanto”, “sé” tanto y para nada. ¿Entonces para qué sigo
almacenando conocimiento nuevo? Nada estoy haciendo con él ahora… ¿Entonces
para qué lo quiero? Debería dejar de “aumentar mis conocimientos”. Dice mi mamá
que tengo una vasta cultura, mucho más que otra gente, pero seamos realistas,
conocer todo eso no me ha ayudado en nada hasta ahora. En las entrevistas de
trabajo no me preguntan qué significa “Aedes egypti” (y los entrevistadores ni
lo han de saber). Por cierto, se pronuncia “edes eyipti” (está en latín como
todos los nombre científicos de las plantas y animales) y significa “casa del
emperador”. Aedes egypti es el nombre
del zancudo que transmite el dengue, ese nombre científico le fue dado por la
plaga de los mosquitos en Egipto. Ahora ustedes ya lo saben. ¡De nada!
Me siento tan
inútil y llena de chatarra inservible. Quisiera dejar una huella indeleble en
el mundo, pero eso no va a pasar, no seré famosa por nada bueno, así como por
nada malo. El tiempo ya no me sirve para reflexionar, así como tampoco el silencio.
Ambos en conjunto me recuerdan lo “bien que me va”. Me recuerdan que sigo sin
servir para algo. Me recuerdan que nunca haré nada grande de importancia en la
vida. Se han convertido en mis peores enemigos. El silencio me recuerda lo sola
que he estado. Y a veces en compañía y si hay silencio me siento sola,
abandonada, me vuelve a recordar lo inútil que soy, el desperdicio de materia
que soy y el derroche innecesario de aire que hago. Por eso odio el silencio. No
me gusta el silencio. El silencio nunca
ha sido mi amiga. En silencio se me meten cosas a la cabeza. Por ejemplo, y si
dejase de respirar, TODOS mis problemas estarían resueltos. Aunque puede que no
sean la gran cosa, son MIS problemas y yo los tengo que enfrentar.
Este encierro
voluntario/involuntario/impuesto –ya ni sé cómo es la cosa– me tiene loca,
desesperada, ansiosa, con problemas de sueño, con problemas de conducta. Mi pequeño
consuelo es que a veces puedo entrar a las redes sociales, pero no me quedo
mucho. Ahora resulta que tengo Síndrome
del Túnel Carpiano y por eso no puedo estar mucho tiempo haciendo nada. Estoy
harta de eso. No puedo hacer manualidades, no puedo escribir, no puedo trabajar…
¡¡Por la
grandísima puta esto es demasiado!! No tengo fe en nada, ni en mí misma. No creo
que las cosas mejoren. La depresión nos mantiene en una realidad subjetiva. ¡No
tengo idea de cómo las cosas mejorarán! No le hayo solución a nada. Sigo dependiendo
de mis padres, ya tengo un cuarto de siglo de transitar en este planeta y sigo
siendo sin poder tan siquiera mantenerme a mí misma. Sigo consumiendo y
consumiendo y no he retribuido nada todavía. ¡Eso no es justo! La vida tiene un
desbalance increíble. A unos nos permite respirar y desperdiciar el valioso
aire y otros que se mueren y tiene tanto
que dar y no pueden. No pueden. ¿Por qué sigo respirando si no hago nada bueno
para la sociedad, ni el planeta, ni para mí misma? ¿Quién me podrá dar la
respuesta?
A veces me creo
poetisa. A veces creo que escribo poemas. A veces creo que escribo trovas. A veces
me creo mejor que todos. A veces me creo más sabia que todos. A veces creo que
sé más que todos. A veces me creo indispensables. A veces me la creo toda. A veces
creo que dormiré bien. A veces que amaneceré mejor. A veces creo, otras no.
Ya tengo sueño y
me duelen las muñecas. Bye!
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